Era un día normal como cualquier otro para mí, pero como todos los días, no era tan igual. Ese día era como cualquier otro:
- ¡Agu, levántate!- decía mamá, y yo respondía:
- ¡Cinco minutos!-, luego gritaba mi papá:
- ¡Un cuarto pa’ las siete, levántate! - Y de nuevo yo gritaba:
-¡Tres minutos más!- Me volvía a quedar dormido. Desperté:
-¡Agu, apúrate, te quedan quince minutos para ducharte, tomar desayuno y lavarte los dientes!- Entonces yo dije:
-¡Cresta!- Y ahí me levanté.
Lo pasé bien ese día en el colegio, como normalmente. Ese día martes, en la clase de tecnología, tres minutos para salir, tocaron antes. Todos corrieron. Eran las tres y cuarto. Me fui a la casa. A las 4:30 leí un rato; 4:35, estudié mucho. Ahí encendí la televisión. Estaba puesto el canal Chilenoticias® Leía el titular:
-“Hace unos minutos detuvieron a Daniel Pastén, después de cuatro años del asesinato de Gonzalo Hernández, un reconocido escritor Chileno, que hasta hace algunos años se decía que fue asesinado por menores, entre 10 y 14 años, que ahora se descarta porque según el relato de Daniela Muñoz, Daniel Pastén había asesinado al famoso escritor”-
Después de todo se mancharon mis papeles, pasé un tiempo en un internado del Sename, este asesinato me lleva a recordar la olvidada historia que me llevó al terror:
“Una mañana después de graduarme con mis amigos del Club de Detectives, que también eran mis compañeros del Taller de Novelas Policiales, encontramos sola la Biblioteca, estaba todo tirado, mirábamos el desorden con mis compañeros. A mí se me ocurrió recorrer el lugar y lo veo, veo al profesor Gonzálo Hernández echado, o mejor dicho, tirado en el suelo. Grito ¡El profesor está herido! Intento hacerlo reaccionar, y después le medí el pulso y lo intento revivir. ¡El Profesor está muerto! Grito. Me paro y Miguel, que en ese momento debimos hacerle caso, él tenía razón. Él dijo: -Llamemos a la policía. Y todos al unísono dijimos: Lo investigamos nosotros. Debimos hacerle caso a Miguel. Y allí Leonardo dijo: -Ya tenemos todos los implementos y lo necesario para investigar. Entonces Miguel recalcó Mejor llamemos a la policía. Y dije:- Investiguemos nosotros, total hace poco que nos graduamos del Club de Detectives. Ahora debemos llevar la hoja a la acción.
Empezamos a buscar pistas. Encontramos una soga, un celular, una pistola, un cuchillo en el baño y un polerón con sangre. Nos dimos cuenta de que era un asesinato. Seguí buscando y encontré una walky talky. También encontré un CD, y un video. Al verlo aparecía un arma. El guardia manipulaba la alarma. Era el momento. El guardia llama al asaltante y saca el dinero, quien se aleja corriendo a una camioneta de un cómplice. Entonces empezamos a tratar de saber quién era. Era el guardia de la noche anterior. El profesor se consiguió las llaves del lugar aprovechando que era feriado. Seguramente discutieron por el dinero. Probablemente el profesor sacó el arma y la disparó, pero el guardia le enterró varias veces el cuchillo hasta que murió.
Fuimos a la policía y les mostramos el video, la walkie talkie y las otras pistas. Entonces llegó Daniela Muñoz, del FBI. Nos saludó, tomó la walkie talkie y dijo: “ya están aquí”. Llega un fiscal con el guardia detenido. Finalmente, nos llevan detenidos y fuimos a dar al Sename. Pasamos allí tres meses hasta que Daniela Muñoz sabe la verdad. Mis amigos y yo pensamos “ya todo está hecho, no podemos hacer nada más”.
Agustín Reyes
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